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jueves, 19 de octubre de 2017

Migraciones: Liu Song, un relato de amor por el Tenis de Mesa y la Argentina

Llegó al país con su familia desde China en 1995; su única condición para acompañarlos fue que aquí pudiera competir y se convirtió en el mejor de la historia nacional; la historia de un hombre cuyo lugar en el mundo fue uno: una mesa para demostrar su amor hacia este deporte En China, la tierra madre del tenis de mesa, fue N°8. Comenzó a los nueve años y desde entonces jamás se apartó de una raqueta de ping pong. Asistió a una escuela especial para deportistas. “A veces hasta de noche entrenábamos”, relata a canchallena.com. Un día su familia decidió buscar suerte en otro país. El destino: la Argentina. Pero él sólo tenía una preocupación ¿existe el tenis de mesa en ese país extraño cuyo único dato que tenía era que había un famoso equipo de fútbol llamado Boca Juniors? Antes de cualquier papelerío que necesitara para arribar al país más austral del mundo, Liu Song le solicitó a su hermana mayor que lo contactara con la Federación Argentina de Tenis de Mesa (FATM). Si podía continuar con su pasión, viajaría con su familia. Y así fue “Ni bien llegué empecé a entrenar en el Cenard”, cuenta el mejor jugador de ping pong que tuvo la Argentina. Liu Song tenía 23 años y era 1995. El sanjuanino Pablo Tabachnik hacía sus primeras armas en el Panamericano de Mar del Plata. Se encontraron y nació la dupla que más alegrías le dio al tenis de mesa nacional.
Fueron subcampeones panamericanos en Winnipeg 99 y Rio de Janeiro 2007. “Casi todo mi vida en tenis de mesa, estuve con Pablo compitiendo. Somos muy amigos”, confiesa Song desde Burdeos, donde hoy compite profesionalmente, tras deambular con su familia y con el ping pong por países como Alemania, Suiza y Croacia. 15 años pasaron de aquel llamado de su hermana para saber si su hermano podía seguir con el tenis de mesa en la Argentina. En ese tiempo, fue cinco veces campeón latinoamericano, formó una familia y tuvo dos hijos (Cristina, de ocho años, y Félix, de un año y medio). Además, participó en tres juegos olímpicos. Liu Song no lo duda: “Gracias a la Argentina puedo seguir con mi deporte, puedo viajar tanto y puedo competir. Siempre le voy a agradecer a la Federación. Siempre me trataron muy bien. Y eso me ayudó mucho”, relata desde el otro lado del teléfono, con aroma a nostalgia de tango. El sabe que está en los últimos metros de su extensa carrera, y aún no definió cómo será su vida después del tenis de mesa, aunque su deseo es seguir en el mundo del ping pong, y lo ideal para él es que sea en esa otra patria que lo arropó en lo personal y en lo deportivo. “Cuando me retire quiero seguir como entrenador ¿Y por qué no ser el entrenador de la selección argentina, y pasar toda mi experiencia a los más jóvenes?”, se ilusiona Song. Sabe que la realidad nacional es otra que la europea y que no es fácil volver. “Sé que tenemos varios jóvenes interesantes”, se entusiasma, nuevamente ¿Se cumplirá el último deseo de Song? Dicen que la tierra tira. Y su patria siempre estuvo donde pudo ser feliz con el tenis de mesa. Aquí, alguna vez lo fue.